Con pluma, con máquina de escribir, con el teclado del ordenador portátil. La historia de la literatura se nutre de cientos de miles de palabras escritas por mujeres, algunas en una habitación propia, como Virginia Woolf, o sentadas en el suelo del salón con los niños jugando alrededor, como Clarice Lispector. Si se tiene en cuenta tal volumen de producción, son muy pocas las que han recibido el reconocimiento y la atención que se merecen.
Sus nombres se ningunearon de muchas maneras. A algunas las envolvieron en el silencio para que nadie escuchase quiénes eran, a muchas las trataron de locas, y otras fueron vampirizadas por sus compañeros, que se llevaron los méritos gracias a sus ideas. Salieron perdiendo ellas, evidentemente, pero también los lectores que no llegaron a conocer sus obras.
Para intentar poner remedio a la injusticia, en 2016 se hizo oficial el Día de las Escritoras, una iniciativa impulsada por la Biblioteca Nacional de España, la Asociación Clásicas y Modernas y la Federación Española de Mujeres Directivas (FEDEPE). Se celebra el lunes más cercano al 15 de octubre, día de la festividad de Teresa de Jesús.