Las mujeres y el Día del Trabajo

Cuando la Organización Internacional del Trabajo (OIT) fue fundada en 1919, hace 98 años, la mayoría de las mujeres en el mundo no tenía derecho al voto y gran parte de las que trabajaban tenía poca o ninguna voz colectiva para defender sus derechos en el espacio laboral. Casi un siglo después, la propia OIT considera que la participación de las mujeres en el mercado laboral ha aumentado considerablemente, así como sus derechos en el trabajo. Sin embargo, millones aún enfrentan obstáculos para acceder a la igualdad de oportunidades y de trato en sus empleos. Inclusive las mujeres nos enfrentamos laboralmente a la invisibilidad y a la no remuneración de las labores domésticas. Decir «mujer trabajadora» es redundante, porque todas las mujeres trabajamos. Unas más, unas menos, otras sólo durante algunos períodos de sus vidas, pero todas trabajamos. Incluso trabajan aquellas mujeres con una condición económica elevada que tienen asistencia en las labores domésticas, porque ellas son las encargadas de la administración del hogar, de ver que la despensa esté surtida, la ropa limpia, las necesidades familiares satisfechas… en fin, son encargadas de coordinar el flujo de la cotidianeidad doméstica y de supervisar el desarrollo personal de hijas e hijos.

En torno al primero de mayo, la Organización Internacional del Trabajo realiza diferentes balances en materia laboral. En lo referente al trabajo de las mujeres, ha proporcionado la siguiente información, la cual proviene de la situación y condición de las mujeres en todo el mundo: Mientras que más mujeres han entrado al mercado laboral, persisten la segregación en el trabajo basada en el sexo y las diferencias de remuneración entre hombres y mujeres.

Las mujeres están sobre representadas en la economía informal, en el trabajo precario y en empleos con bajos salarios. Además, con frecuencia son el blanco de una discriminación directa o indirecta. El avance hacia la igualdad de género ha tenido altibajos. Aunque la participación femenina en el mercado de trabajo ha registrado aumentos, la evolución no ha sido pareja entre países y regiones. Continúa la segregación ocupacional horizontal y vertical, y persisten las disparidades salariales por razones de género.

En la economía formal, la proporción de mujeres en el ámbito de dirección general y las cúpulas ejecutivas sigue siendo inadmisiblemente baja, pese a haber mujeres competentes y capaces en las esferas de liderazgo.

Las cuestiones de la discriminación indirecta y sus consecuencias, y la discriminación por motivos múltiples, siguen sin entenderse ni resolverse satisfactoriamente. Las mujeres y las niñas siguen ocupándose de una amplísima parte del trabajo asistencial no remunerado; ello limita sus posibilidades de igualdad de oportunidades y de trato ante el empleo en los mercados laborales.

El conseguir la igualdad laboral entre mujeres y hombres es un objetivo a largo plazo. A parte de las políticas públicas indispensables que fomenten una nueva distribución del trabajo doméstico y la crianza, resulta impostergable un cambio de mentalidad entre las y los empleadores, para emprender acciones afirmativas temporales, con lo cual las mujeres tengamos cada vez mayor acceso a los puestos de dirección, así como al mismo salario que perciben los hombres por hacer el mismo trabajo que nosotras.

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