Johanna van gogh-bonger, la mujer que creó a Van Gogh

Aunque no sea muy conocido, la relevancia del nombre de Johanna Van Gogh-Bonger para la historia del arte es casi incalculable. Bien, quizás se podría establecer una cifra aproximada considerando el precio desorbitado de alguno de los cuadros de su cuñado, Vincent van GoghSin el giro pictórico del que participó el artista a finales del siglo XIX, y que daría pie a las vanguardias, costaría entender la evolución del arte contemporáneo. Por ello, la historia le debe tanto a la olvidada mujer de Theo Van Gogh, el hermano del artista. Su papel fue tan determinante que se puede afirmar que sin Johanna, posiblemente, no hubiera habido Van Gogh.

Recientemente se ha conocido más sobre la fascinante vida de esta mujer gracias la publicación de su biografía escrita por Hans Luijten, comisario del Museo Van Gogh de Ámsterdam, que tuvo acceso por primera vez a los diarios personales de Johanna.

Fue en 1885 cuando Johanna conoció a Theo van Gogh, quien no tardó más de tres citas en declararle su amor y pedirle matrimonio. Reacia a cualquier reacción impulsiva, Johanna rechazó al joven, que aún así insistió hasta que poco más de un año después aceptó su propuesta. Con 30 años, Theo vivía en París y su principal ocupación consistía en tratar de buscar compradores y galerías para los cuadros de su hermano Vincent. Pero el flamante marido de Johanna no solo comerciaba con los cuadros de su hermano, si no con los de otros jóvenes artistas parisinos que empezaban a desafiar el academicismo imperante con su obsesión por el color y su desprecio de la forma.

Así, Johanna entró de pleno en el fascinante mundo que habitaban los artistas bohemios de finales del siglo XIX. En muchas ocasiones se veía rodeada por la compañía de Gauguin, Pissarro o Toulouse-Lautrec.

Cuando Johanna llegó a París, el hermano de Theo ya se había marchado a Arlés, atraído por los colores de la Provenza francesa. Desde allí, Vincent se carteaba con su hermano y le mandaba los nuevos trabajos que Theo, quien apoyaba de todas las maneras posibles la producción artística de Vincent, intentaba colocar en el mercado.

La desaparición de Vincent tuvo un tremendo impacto en su hermano Theo. Pocos meses después, sufrió un colapso mental achacado a los efectos de una sífilis contraída tiempo atrás y murió a principios de 1891.

En menos de un año la vida de Johanna había dado un vuelco de 180º. De la noche a la mañana se había convertido en una joven viuda de 28 años con un bebé a su cargo a quien le había quedado en herencia un piso en París, un gran número de obras de su cuñado y un todavía mayor número de cartas fraternales que Theo había guardado con el mismo cariño con el que había atendido a su hermano mayor en vida. A la joven madre se le presentaba la necesidad de buscar un medio para ganarse la vida, y decidió regresar a su tierra natal para abrir una casa de huéspedes que pudiera generarle algunos ingresos.

Tras un año de duro trabajo, el negocio ya estaba en funcionamiento. Los cuadros de su cuñado llenaban las paredes y, repartiendo el poco tiempo que le quedaba en la atención y crianza del pequeño Vincent, por las noches empezó a leer la correspondencia que habían intercambiado durante años los hermanos Van Gogh. Aún no lo sabía, peroacababa de empezar lo que sería el proyecto de su vida. Es la respuesta a la gran pregunta que todo historiador del arte se hace en algún momento cuando traza la trayectoria de su objeto de estudio: ¿cómo se había convertido Van Gogh en un genio mundialmente conocido? ¿Fue solo por el gran valor artístico de una obra que ni siquiera había visto la luz?

La respuesta remite directamente a Johana Van Gogh-Bonger y a la ingente labor que llevó a cabo los siguientes años de su vida para conseguir que la obra de su cuñado fuera reconocida tal y como ella creía que se merecía. De esta manera, culminaría también el proyecto vital de su difunto esposo como último tributo hacia él.
Después de leer todas las cartas y quedar prendada de las profundas reflexiones de Vincent sobre su arte, su técnica y cada una de las pinceladas que daban forma a su obra, así como de la precisión narrativa con la que transmitía todas sus sensaciones su hermano, pudo entender la complejidad de un artista torturado por los vaivenes de una mente inestable, pero cuya genialidad estaba por revelar.

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