Un frío 19 de diciembre de 1875, Mileva Marić nacía en la ciudad de Titel, en Serbia. Hija de Marija Ruzić y Milos Marić, fue la tercera y única niña de los tres hijos del matrimonio. En su libro A la sombra de Albert Einstein, la trágica vida de Mileva Einstein Marić, la escritora Desanka Trbuhovic-Gjuric describe a la joven Mileva como una “pequeña niña coja de grandes ojos negros que destacaba entre todas las de su edad por su viva fantasía, su sed de conocimiento y su capacidad de observación”.
Su padre, que pronto advirtió la excepcional inteligencia de Mileva, le brindó una educación muy por encima de la que recibían las mujeres de la época y, en seguida, la joven destacó por su gran talento para las matemáticas. En 1892, su padre consiguió una autorización del Ministro de Educación para que Mileva pudiera acceder a conferencias de física reservadas únicamente para los hombres. Poco después, en 1896, Mileva fue aceptada en la Escuela Politécnica de Zúrich y se trasladó a Suiza para empezar la carrera de matemáticas y física, en una de las pocas universidades europeas que aceptaban mujeres.
VIDA EN LA UNIVERSIDAD Y AMOR POR EINSTEIN
Fue entonces cuando conoció a Albert Einstein, que era uno de sus seis compañeros de clase. Pese a ser la única mujer en el aula, Mileva siempre mostró una actitud confiada. “Cuando tenía que hablar en clase, lo hacía con sinceridad y firmeza, y con la seguridad que le daba estar profundamente convencida de lo que decía”, explica Desanka Trbuhovic-Gjuric en su libro. Einstein quedó fascinado ante la presencia de una mujer tan extraordinaria como Mileva.
Sucedieron los primeros meses del curso y, al poco tiempo, Mileva y Albert empezaron una relación amorosa e intelectual, basada en su pasión compartida por la física, la música y la admiración del uno por el otro. Asistían a clase juntos y luego quedaban para hablar, debatir y estudiar. Las calificaciones universitarias de Marić demuestran que fue una científica brillante. Pero la intensa y fructífera vida universitaria de Mileva se truncó en 1901, cuando se quedó embarazada y no pudo presentarse a los exámenes finales.
Presionada por sus docentes y su círculo social, que consideraban que era una vergüenza tener un hijo fuera del matrimonio, Mileva se vio obligada a abandonar los estudios y regresar a su casa paterna, donde dio a luz a la pequeña Lieserl. Nunca se ha llegado a saber qué pasó con la bebé, si la dieron en adopción o, tal y cómo cree la mayoría, falleció a las pocas semanas al contraer la escarlatina. Lo que sí se sabe es que Einstein nunca llegó a conocer a su primera hija.
Albert y Mileva se casaron dos años más tarde, en 1903, después de que él consiguiera empleo en la oficina de patentes de Berna. Durante el día, Einstein trabajaba ocho horas en la oficina y Mileva se ocupaba del hogar y de criar a su hijo Hans Albert, nacido en 1904. Por las noches, la pareja se reunía en la mesa de la cocina y, a la luz de una lámpara de queroseno, estudiaban y desarrollaban las teorías físicas que habían esbozado en la universidad, continuando su colaboración científica.
EL DECLIVE
La carrera de Albert despegó a la par que el nuevo siglo. En 1905, conocido como el “año milagroso de Einstein”, el científico publicó cuatro artículos en la revista Annalen Der Physik (Anales de la Física) que cambiaron las leyes de la física para siempre, incluyendo uno sobre el efecto fotoeléctrico y la famosa teoría de la relatividad especial. Durante esta época de éxito, Mileva y Albert siguieron trabajando juntos: ella era perseverante y reservada, él, inquisitivo y rebelde.
La familia Einstein-Marić creció con la llegada de su tercer hijo, Eduard, en 1910. Después de esto, el matrimonio empezó a empeorar. Albert se distanció de su mujer y sus hijos e inició una relación paralela con su prima, Elsa Löwenthal, que Marić descubrió en 1912. Al advertir que su infidelidad había dejado de ser un secreto, Albert le impuso a Mileva una serie de condiciones para seguir “nominalmente casados”. Entre otras cosas, le exigía: “tendrás que encargarte de que mi ropa esté ordenada y de que me sirvan tres comidas al día en mi habitación” o “renunciarás a toda relación personal conmigo, excepto cuando lo requieran las apariencias sociales, y no esperarás ningún afecto por mi parte”. Mileva rechazó esas condiciones y abandonó, junto a sus dos hijos, esa casa conjunta que había dejado de ser un hogar.
Los científicos firmaron oficialmente el divorcio en 1919. Al negociar los acuerdos de separación, Mileva Marić puso una única condición: si, algún día, Einstein ganaba el Premio Nobel, le daría a ella íntegramente la suma económica del galardón. Tres años después, Albert Einstein recibía el Nobel de la Física y, tal y como acordaron (aunque no sin hostilidades por parte de Einstein), a Mileva le llegó el dinero. Ella lo invirtió íntegramente en la salud de su hijo Eduard, a quien habían diagnosticado esquizofrenia.
Para Mileva, la vida después de Einstein no fue fácil: tuvo que ocuparse ella sola de dos hijos, sufrió dificultades económicas que sorteó dando clases particulares de ciencias a estudiantes y, finalmente, falleció en 1948, a los 72 años, sin haber recibido ningún tipo de reconocimiento por su carrera científica.
¿MADRE DE LA RELATIVIDAD?
La historia de Mileva Marić (y la de la historia de la ciencia) se agitó cuando, a finales de los años ochenta, salieron a la luz 43 cartas que ella y Einstein habían intercambiado a lo largo de su relación. Los expertos se sorprendieron al ver que, en las cartas, tanto Albert como Mileva hablaban de “nuestro trabajo”, “nuestro artículo” o “nuestro punto de vista” cuando hacían referencia a las investigaciones que Einstein publicaría tiempo después. En una carta de 1901, el propio físico se refirió a “nuestra teoría del movimiento relativo” y, en otra, Mileva le decía a una amiga “hace poco hemos terminado un trabajo que hará mundialmente famoso a mi marido”. Fue entonces cuando estalló el debate sobre la posible coautoría de Marić en la obra de Einstein, disputa que sigue abierta a día de hoy.
Además de las cartas, los investigadores que afirman que Marić fue coautora de varias de las teorías de Einstein recopilaron diversas evidencias que respaldan la certeza de esta teoría. En primer lugar, son muchos los que atestiguan la cantidad de horas que los científicos pasaban juntos calculando, escribiendo, leyendo y debatiendo. Tanto Hans Albert, su hijo en común, como Milos Jr, hermano de Mileva, y Zarko Marić, primo del padre de Mileva, explicaron que la pareja pasaba largas tardes en el jardín, discutiendo sobre física en un ambiente en el que la armonía y el respeto prevalecían. Desanka Trbuhovic-Gjuric, biógrafa de Mileva, explica en su libro cómo, en una ocasión, Albert declaró: “necesito a mi esposa, resuelve por mí todos los problemas matemáticos«.
Otro punto que los expertos destacan es que Mileva Marićpasó un semestre en la Universidad de Heidelberg (Alemania), donde recibió clases de Phillip Lenard, pionero en el estudio del efecto fotoeléctrico y Nobel de la Física en 1905. Esta formación, que solo recibió ella, es la base de los trabajos por los que Einstein recibió el Premio Nobel, ya que el físico fue reconocido por la interpretación que hizo del efecto fotoeléctrico y no por la ley de la relatividad.
Por otro lado, Evan Harris, físico del laboratorio militar de Aberdeen (Maryland) y principal abanderado de la coautoría de Mileva, asegura que la teoría de la relatividad empezó con la tesis que Marić escribió y presentó a su profesor, el físico Heinrich Friedrich Weber, en el Instituto Politécnico de Zúrich, aunque el documento original de este trabajo no se conserva.
los expertos consideran especialmente sospechoso que, desde la muerte de Einstein en 1955 hasta mucho tiempo después, no se pudiese publicar nada sobre Mileva que incluyese palabras textuales de su marido. Frieda, la primera esposa de Hans Albert, intentó hacer públicas las cartas que Marić y Einstein habían enviado a sus hijos, pero los albaceas del patrimonio del Nobel bloquearon la publicación por vías judiciales.
Por último, algunos estudiosos de la historia de Marić y Einstein han interpretado el gesto de Mileva al exigir la cuantía económica del Nobel en los acuerdos de divorcio como una manera de cobrar su aportación en las teorías firmadas por el Nobel de Física, ya que nunca llegó a tener el reconocimiento público ni científico del que gozó su marido.
Los expertos consideran especialmente sospechoso que, desde la muerte de Einstein en 1955 hasta mucho tiempo después, no se pudiese publicar nada sobre Mileva que incluyese palabras textuales de su marido. Frieda, la primera esposa de Hans Albert, intentó hacer públicas las cartas que Marić y Einstein habían enviado a sus hijos, pero los albaceas del patrimonio del Nobel bloquearon la publicación por vías judiciales.
Por último, algunos estudiosos de la historia de Marić y Einstein han interpretado el gesto de Mileva al exigir la cuantía económica del Nobel en los acuerdos de divorcio como una manera de cobrar su aportación en las teorías firmadas por el Nobel de Física, ya que nunca llegó a tener el reconocimiento público ni científico del que gozó su marido.